Copiado de un afiche del Tnuat Aliá
El 4 de julio pasado se cumplieron 48 años de la muerte del más alto poeta nacional hebreo, Jaim Najman Bialik. S u obra poética, recorrida por un tono que va de lo intimo a lo profético, guarda en cada verso un cuadro de la terrible pobreza de la vida judía, y toma en cada estrofa posición frente al destino judío, y frente a la cobardía o heroísmo de sus hermanos en los días de prueba que les tocó vivir.
Son ya clásicos en este sentido sus poemas de la cólera, escritos luego del Pogrom de Kishinev. No menos conocidas sus poesías de identificación con Israel y con el ideario sionista, desde su primogénito “A un pájaro”, hasta este “LOS ÚLTIMOS MUERTOS DEL DESIERTO” que reproducimos hoy parcialmente en su homenaje. En “Los últimos muertos del desierto”, muchos han querido ver tan solo una expresión épica de un momento histórico, pero estaba lejos del espíritu de Bialik reducir su obra a un mero estallido de entusiasmo poético por hechos de lejano pasado.
¿Quién es el pueblo joven y libre, el león cachorro, sino el pueblo de Israel y su movimiento jalutziano? ¿Quiénes son los últimos muertos del desierto, sino ese judaísmo galútico que escoge la falsa seguridad y el falso bienestar, la carne, los ajos y las cebollas de Egipto, antes que la libertad inquieta de un Israel renacido?
Las palabras de Bialik son claras: quienes no sepan elegir el camino de la libertad y de la autenticidad, serán devorados por el viento del desierto, llámese antisemitismo o asimilación.