Y se alargaran los días
(De las visiones de los últimos profetas)
Y se extenderán los días, que son como todos los días de siempre
y una sola presencia para ellos y para el ayer y el anteayer,
días simplemente, pocos calmos y muy fatigosos,
y el aburrimiento atacó a hombre y bestias por igual,
y salió un hombre con la caída del sol para pasear a la orilla del mar,
y vio que el mar habrá de huir,
y bostezó;
y a la Pléyade y a Orión él vio, que de sus lugares no se moverán,
y bostezó;
y se sentaron aburriéndose hombre y bestia juntos
y mucho les pesó el yugo de la vida;
y todo hombre su cabello se arroncará de aburrimiento
y el bigote del gato ralo se pondrá.
Entonces surgirán las añoranzas.
Surgirán sobre ellos, como surgen, los venenosos hongos
sobre el techo del árbol podrido.
Y las nostalgias llenarán todos los orificios y las grietas
tal cual se llenan los trapos de insectos.
Y un hombre regresó a su tienda para comer se cena,
hundir su pan y su arenque en el vinagre
y añoró;
y bebió un vaso de tibieza turbia
y añoró;
y se sacó su zapato y su media al borde de la cama
y añoró.
Y se sentaron a añorando hombre y bestias muy juntos.
En su sueño un hombre aullará de tanta añoranza
Y sobre el techo de sus latas gimirá rasguñando el gato.
Entonces ha de venir el hambre.
Y creció, pasmoso, el hambre sin par.
No hambre de pan y de visión, sino de ¡Mesiás!
Y era muy de madrugada, casi al despuntar el alba,
y un hombre de su cama y de lo recórdito de su tienda
diezmado de insomnio, comado de sueños y vaciado por dentro se levanta
y aun con la telaraña de un sueño inquieto sobre sus pestañas
y el miedo nocturno en sus huesos,
y aun cuando el maullido del gato y el rasguño de sus uñas
hurgan en su mente y sus entrañas
se apuró a la ventana para limpiar la exhalación del vidrio
o a la puerta de su tienda apresurado, haciendo pantalla con la mano
y dirigiendo una turbia mirada, ardiente y hambrienta de socorro
hacia el pequeño sendero detrás del cercado
y a un lado del montón de basura enfrente de su casa,
e imploró por el ¡Mesiás!
Despertó la mujer surgiendo de bajo la manta;
tenía la cabeza revuelta, ajada su carne y estaba sombría
y arrancando su arrugado seno de la boca del bebé
prestó oídos escuchando con suma atención
¿No es el Mesiás que viene?
¿No es que ha llegado el rebuzno de su mula?
Y el pequeño de su cuna levantó la cabeza
Y el ratón de su agujero espió:
¿No es el Mesiás que viene?
¿No campanillea el cascabel de su mula?
Y la sierva que sopla el samovar detrás de la pileta
sacó afuera su rostro tiznado:
¿No es el Mesiás que viene?
¿No se ha escuchado a su cuerno sonar?
Traducción: Oded Sverdlik
Textos copiados de “Ariel”
Revista de Artes y Letras de Israel
Edición del 40° aniversario de Israel
Nuestro agradecimiento a MIGUECICO por tipear los poemas para el sitio – Marzo 26 2008