Una estrella fugitiva
Una estrella fugitiva brillo en el seno de la tiniebla.
¡Ilumina, estrella mía, las hosquedades de mi camino!
¡No! No espantan a mi alma los tormentos del infierno;
el sino de mi vida es lo que me aflige, mi vida desolada.
Estoy acostumbrado al yugo y a la carga, a la vida menesterosa;
soy el pobre por antonomasia, el viejo errante.
Tengo por padre el amargo exilio, mi madre es la m{as negra pobreza.
no, no temo, ni mi bastón de errabundo ni mi hato.
Pues mucha más amarga y mucho más cruel que ellos
es una vida sin esperanza y sin luz en la mirada.
En verdad, una vida sin esperanza es una vida que se deshace como polvo,
que se hunde como el plomo en las negreras del abismo.
Es la vida del perro famélico atado a una cadena.
¡Ay, maldita seas, oh vida carente de esperanza!
Ilumina pues, ¡oh lucero!, mi alma desesperada
a causa de las religiones enemigas y del duro destierro.
Dilata tu resplandor e ilumina las tinieblas;
heme aquí ya dispuesto, heme aquí presto a la esperanza.
Quién sabe cuanto durará todavía mi noche,
cuanta ruta y tiniebla me reserva aún mi Dios.
Cuando, desde las negruras de mi noche, levanto los ojos a la altura,
y contemplo el rayo de tu luz, eres siempre mi consuelo
tengo aún reservada una gota pura de mis lágrimas
para regar con ella la última flor de mis esperanzas.
Siento aún en el corazón un viejo rescoldo.
¡Que lance sus últimas chispas, antes de apagarse!
Un resto de bravura ha vuelto a agitarse en mis entrañas.
¡Que pueda emplearse y consumirse por entero en la pelea!
Poesías de Jaim .N. Bialik
Traducción de José M. Millas y Vallicrosa
Sociedad Hebraica Argentina
Buenos Aires 1953