No podreís borraros
NO podréis borraros tan rápidamente,
lágrimas cargadas que arranqué de mí,
gotas que apretando tiene contra diente,
sufriendo dolores de parto, vertí.
A solas, a ocultas, en noches sombrías.
rugi con inmensa desesperación,
por las almas sordas, inertes y frías:
¡Pueblo en descarrío! ¡Pueblo en abyección!
Por siete ocasiones, en días y meses,
escondidas lágrimas, os acrisolé,
y sólo estallando y haciendo las veces
de esputos de sangre, fue cómo os volqué.
A vista de tanta dureza y de tanto
reseco egoísmo, bramé con furor: ¡Maldito el impío que sesga el quebranto; que, aún cuando pudiera, no alivia el dolor!
Dios sabe que fuisteis sentidas, sin arte; que os formé del zumo de mi padecer;
que con cada una me vi muerto en parte.
supulté, difunta, parte de mi ser.
Pero más amargas que las que he vertido
sois vosotras, lágrimas que freno, tenaz;
que estalláis deshechas en este gemido:
¿Dónde estás, ayuda? ¿Cuándo llegarás?
Igual que una caries os llevo en el pecho;
os sufro en el alma por carcoma cruel.
Trabaje en el día, descansé en mi lecho,
sois, como la muerte, compañía fiel.
Más con otras lágrimas surgirá un profeta
y a la faz del mundo las derramará.
Y al tronar su llanto temblará el planeta
y todo viviente se estremecerà.
Versión castellana de Carlos M. Grünberg.
Publicación mensual “JUDAICA”
Director: Salomón Resnick
Buenos Aires, JULIO 1934
N° 13