Mi madre, bendita su memoria
(Traducción de Yehoshua Erlich)
Jaim Najman Bialik (Londres, 1931)
De las pláticas del Tzadik de Wilednik, bendita su memoria…
Fue mi madre, bendita su memoria, piadosa mujer, afligida en su viudez por la miseria.
Desde las copas, el poniente anunciaba el Shabbat y en la casa – ni una vela ni comida asomaban.
Buscó y ¡oh milagro! – halló dos monedas…
Vaciló: ¿panes o velas?
Corrió y trajo en sus delgadas manos una santa ofrenda: ¡dos velas para bendecir!
Como siete son los astros celestes, sendos ojos daban luz al Shabbat de mi madre.
No rechace el Altísimo las dos de su ofrenda y pueda la pobre bendecir su Santo Nombre.
Será su prez sobre un desnudo mantel, sin panes, cubierta su cabeza con el sabático velo,
trocará su vestido y dispondrase ante el Supremo y ante el Santo Shabbat.
Y al elevar la luz de las velas, no se pudo contener,
y brotó la amargura de su ferviente corazón.
Lloró la pía mujer y una lágrima surcó su mejilla arrugada y mojó una vela que cesó efervecida su llama.
Avergonzado quedó su Shabbat, un ojo enceguecido…
Tembló la mujer:
¿Desprecia, acaso, El Señor, la ofrenda de una viuda?
Si te ha faltado Tu sierva, ¿En qué ha pecado el Shabbat?
¿Por qué vaciaste su ojo? – clamó – cubriendo su rostro –
sus ojos cerró, y en arcadas de ira, sus hombros y velo danzaron ahogados en llanto y su oración ardía.
Gritaron las profundidades de su corazón y de su garganta sollozaron matriarcas y querubines.
Jamás fue oída en las Alturas ni fue vista por el Santo Trono,
un alma envuelta en tal aflicción.
Deslizose entonces por el rostro de la pía mujer
una lágrima ardiente, una esquirla de fuego bajó.
Nació la luz en la vela apagada y por la casa se esparció.
Ni bien abrió mi madre sus ojos sombríos y vio:
¡Arde la luz de los Siete Mares!
Por el ósculo de Su Santa Presencia.
¡Sea la virtud y la gracia de su piedad para nosotros y todo Israel!