Llamad a las serpientes
Llamad a las serpientes y que acudan a esparcir vuestra ira
Por todos los confines de la tierra
Que habéis sido arrojados al desierto, sobre áridas rocas.
Desnudeces eternas os rodean;
Silenciosa, os circunda la maldición de Dios.
Arrancados del seno maternal de la tierra,
Hasta habéis olvidado el olor de su entraña;
Cómo luce la hierba, cómo huele, olvidasteis.
Después de haber llovido:
Y el vigor de los montes eternales y el sonar de las fuentes de las aguas
Y el árbol de la vida, con su sombra siempre húmeda y fresca.
Devorado que hubisteis los míseros residuos Que de alma os quedaban de su fruto y semillas
El hambre los ha obligado a comer los guijarros, Y a lamer las piedras la sed os ha obligado.
Silbidos de culebras hoy son vuestras plegarias;
El dilatado yermo hoy es vuestra esperanza,
Y ciegas las pupilas, tenéis de mirar siempre
La cruel desolación del cielo y de la tierra,
La cruel desolación donde nada hay que pueda
Alegrar vuestros ojos, refrescar vuestras almas,
Donde Dios se ha mostrado maléfico y avaro
Impidiendo que se alce la más alada brisa,
O que luzcan los cielos la más ligera nube.
La aridez, el desierto, la sequía implacable
Marchitó vuestras vidas indefectiblemente.
E invocáis a la muerte con un clamor de ira
Por la honda iniquidad de vuestras vidas.
Las águilas llamad, y que su vuelo
Eleve vuestro grito al corazón del cielo.
Que, al fin, vuestro desierto
Ha sido visitado por nubes y por vientos…
Viento y nubes venidos de muy lejos,
Viento y nubes venidos de muy lejos,
De una resurrección los mensajeros.
Sutiles nubecillas junto a nubes pesadas.
¡Qué gozoso regalo a la esperanza!
Salud traen consigo de lejanos caminos,
Hartura a los de sed desfallecidos.
Brama el trueno en su seno; el relámpago
Las preside danzando. Serpentea en la punta de las rocas
Y se enrosca en la cúspide del los altos peñascos.
¡He ya aquí la viviente caravana de nubes!
Ya en vuestros ojos cópiase el resplandor del rayo;
Sobre vuestras cabezas súbitamente el trueno
Se estremece, despierta y con estrépito
Rómpese; un temblor hace presa del desierto,
Haciendo vacilar vuestro rocoso lecho.
Os levantáis, entonces, aturdidos, Trémulos, perturbados por el brillo y el ruido.
Y os sentís arrojados con violencia
Al abismo de la luz y de tinieblas.
Y extendéis a las nubes las manos con anhelo, E imploráis con los ojos el agua de la altura;
Mas las nubes, así como han venido, así se van;
Dejan para vosotros el retumbar del trueno
Y llevan a otras partes su bendición pluvial.
Os quedáis abatidos en el inmenso páramo,
Sin otra compañía que la piedra y el cardo.
En vuestra estéril boca en maldición conviértese
Vuestra postrer plegaria. E invocáis a la muerte
Con un clamor de ira
Por el terrible espanto de la vida
A las nubes llamad,
Que vengan y se lleven
Vuestros padecimientos por sobre el ancho del mar.
Poemas: versión de
Rebeca Mactas de Polak
Editorial Israel Buenos Aires 1949