Entre el Eufrates y el Tigris
Entre el Eufrates y el Tigris,
sobre un alcor se eleva una palmera,
y entre el penacho de sus ramas
hizo nido una abubilla dorada.
¡Pajaro de oro, vuela y revolotea,
ve y buscame a mi enamorado,
y do quiera que lo encontrares
préndelo y tráemelo!
Aunque no tengas una cinta colorada,
Habla a mi novio palabras de paz.
¿Qué le dirás? Eso le dirías:
Que mi alma ansía por mi amado.
Dirasle: El jardín está en flor,
pero está cerrado, no hay quien lo abra;
entre su follaje asoma un granado de oro,
pero no hay quien haga su bendición.
Aun le dirás que yo, cada noche,
inundo mi lecho con mis lágrimas,
mientras que, bajo la blancura de mi carne,
consúmese y arde, cada noche, mi almohada.
Y si mi novio rehuye aún, oye mi secreto:
todo está dispuesto en mi cofre,
el lino y la seda, y en mi guardarropa
hay veinte camisas bordadas por mi mano.
Plumajes finos están en mi ajuar,
preparados por la mano de mi madre,
la cual ahuyentó el sueño de sus ojos
a fin de preparar los almohadones de su hija.
En un lugar secreto espera, bordado en oro,
el velo para las nupcias;
mi dote es triple; yo estoy ya dispuesta,
¿por qué se difiere mi enamorado? –
Después de un silencia encantado
así respondió la abubilla:
“Esta noche volaré hacia la casa de tu amado
y le descubriré tu íntimo secreto.
Le saludaré en tu nombre,
en sus suenos te mostrare tu imagen;
de repente saltarà de su estrado,
y por los aires, montado en una escoba vendrá.
Llegará y te dirá: _heme aqui,
oh tú, alegria de mi vida, niña de mis ojos,
no es por la dote ni por los regalos,
sino por amor, que soy tu prometido.
¿Qué me importa tu riqueza o tu pobreza?
¿Qué significarían para mí tus sedas o tu lino?
Mi seda es tu cabellera, mi almohada tu pecho,
tú eres mi riqueza y mi tesoro.
Tengo yo bienes de alto precio:
una negra cabellera y un fuego de juventud.
Ambos te los ofrezco; ven, pues, con paso ligero,
oh amada mía, al encuentro de tu prometido.
Cae la noche, y perdiéndose entre el séquíto
de nubes echó a volar la abubilla,
a la altura remontóse, hacia los cielos,
pero su predicción no se cumplió.
Por la noche, por la mañana y en los crepúsculos
yo levanto mi mirada hacia las nubes:
¡Oh puras nubes!, ¿acaso mi prometido,
el elegido de mi corazón, no viene aún?
(Extraida de: Millàs Villacrosa (traductor y compilador), Poesía
Hebraica Postbiblica, Barcelona, 1953, José Janés Editor)