En un día de invierno
En un día de invierno, en un sombrío rincón la encontré
dióseme a conocer en sueños, vestida con ropas de viudez;
con gran compasión y en silencio puso sus ojos en mí,
mientras apoyaba su mano temblorosa sobre mi cabeza.
¡Pobre huérfano mío – ella musitó-, olvidado entre tinieblas!
Como la tierna planta está amenazada por el frío, así tú por la pena;
pero sabe que una lágrima sola puede abrasar al mismo infierno,
y el sollozo que has reprimido puede subir y abrir los cielos.
“Como el invierno nuboso y opaco, así los días de tu mocedad
han transcurrido sombríos, trastornados, sin alegría ni sonrisas;
como un invierno precoz la juventud se asomó a tu ventana,
pero con su faz alterada desde la calle te conturbó.
“Te profertizaron un vida gris, como un largo día de trabajo,
y las arañas tejieron en tu corazón un sueño de mal agüero:
oprobio, pobreza, pública irrisión, calamidades insospechadas,
y previeron para ti calígenas mortales suspendidas en tu cielo.
“!Cómo te compadezco, oh joven infeliz!”, y en silencio cayeron
sobre mi mejilla dos lágrimas como perlas, pero abrasadoras como fuego.
No lloraba, no alzaba la voz, como muda esfinge permanecía,
pero sobre mí volcábase la conmoción de sus misericordias.
con su mirada triste, su expresión dolorosa, amargada,m
con su ternura madre compasiva mi corazón conmovió.
Eternamente recordaré aquella mirada, su faz acongojada
me será inolvidable, no me abandonará un momento.
Al caer la tarde, a través de la hendidura
que lleva a mi sombrío sótano,
con el último rayo de luz baja hasta mí,
ella se introduce en mi morada.
Entonces se sienta dulcemente en una esquina
y da pábulo silenciosamente a sus suspiros;
a mi lado solloza calladamente
mientras se conmueven todas mis entrañas.
Y en las claras noches de luna, cuando sobre la negrura
de mi suelo incide un albo rayo de luz,
entonces ella comparece, como un sueño, como una sombra,
y avanza quedamente hacia mí.
Sobre un cañamazo de sueños nocturnos
viene y se aleja
y con corazón acongojado y turbada la mente
me despierto frente a otro triste día.
Y todas las llagas, todos los dolores
que agobian mi alma,
se despiertan conmigo, y desde el corazón
se derraman junto con mis lágrimas.
Poesías de Jaim .N. Bialik
Traducción de José M. Millas y Vallicrosa
Sociedad Hebraica Argentina
Buenos Aires 1953