A un pájaro
¡Bendito sea tu regreso, pájaro amable,
desde las tierras templadas hacia mi ventana!
¡Cuánto ansió mi alma por tus melodiosos trinos
cuando en el invierno abandonaste mi morada!
Canta, pájaro hermoso, cuéntame
maravillas de los países lejanos.
¿Acaso allí, en la tierra templada y hermosa,
abundan también las penas, las calamidades?
¿Acaso me traes buenas noticias de mis hermanos de Sión,
de mis hermanos tan alejados y a la vez tan próximos?
¡Ay, hermanos felices! ¿Acaso pueden sospechar
que yo, infeliz de mí, he de soportar tales quebrantos?
¿Acaso pueden barruntar el cúmulo de enemigos que aquí me rodean,
el número de adversarios que contra mí se levantan?
¡Cuéntame, pájaro mío, las maravillas de aquella tierra
En la cual la primavera mora perennemente!
¿Acaso me traes buenas noticias de lo mejor de aquella tierra,
de sus valles, de sus llanos y hoyadas, de sus cumbres?
¿Acaso el Señor ha perdonado, ha compadecido a Sión,
si es que aun ella yace abandonada entre sepulcros?
El valle de Sarón, los alcores del incienso,
¿aun siguen produciendo su mirra, aun florece allí su nardo?
¿Acaso despertó de su antiguo sueño entre los bosques
el viejo Líbano, soñoliento y amodorrado?
¿Aun desciende, como aljófar, el rocío sobre el monte Hermón,
aun desciende y cae pródigamente como lágrimas abundantes?
¿Cuál es la suerte actual del río Jordán y de sus luminosas aguas?
¿Qué noticias traes de sus montes y colinas ondulantes?
¿Acaso se apartó de sobre ellos la pesada nube
que extendía calígenes y sombras de muerte?
¡háblame, pájaro mío, acerca de la tierra que meció
la vida y la muerte de nuestros padres!
¿Acaso se mustiaron los vegetales que yo allí planté,
de análogo modo como yo mismo me he mustiado?
Quisiera recordar los días en los cuales yo florecía a la par con ellos,
Pero al presente me encuentro envejecido, abandonáronme mis fuerzas.
¿Me contarías, pájaro mío, el secreto de todo hálito de planta,
y lo que sus hojas te han musitado?
¿Acaso albriciaron misericordias, si es que esperaron en días nuevos?
¿Sus frutos estremeciéronse de emoción, como el Líbano?
¿Acaso mis hermanos, los que con lágrimas sembraron,
pudieron segar, con cantos, sus gavillas?
¡Quién me diera alas y volaría hacia la tierra
en la cual florece el almendro y la palma!
Y yo, ¿podré contarte, pájaro amable?
¿Qué palabras esperas oír de mi boca?
Ciertamente de esta orla de tierra fría, cánticos no escucharás,
sólo elegías, sólo lamentos, sólo sollozos.
¿Te contaría yo, en cambio, las calamidades que se oyen,
que se saben en las tierras que nos rodean?
¡Ay!, ¿quién podría contar el número de tales adversidades,
de las persecuciones que se promueven y pasan?
¡Oh, pájaro mío, escápate hacia tu monte y tu desierto!
Feliz tú si abandonas el ámbito de mi tienda;
si habitaras conmigo, también tú, oh alado cantor,
llorarías, amargamente llorarías mi suerte.
Pero ni el llanto ni las lágrimas pueden ser mi bálsamo;
en ningún modo ellos podrán curar mis heridas.
Ya mis ojos, exhaustos de llorar, se han secado, llenóse el odre de las lágrimas,
hace tiempo que mi pobre corazón ha sido pisado como la hierba.
Consumiéronse ya las lágrimas, pasaron ya los plazos,
y no adivino el término para mi dolor.
¡Bienvenido sea tu regreso, pájaro hermoso,
suaviza tu voz y en cánticos prorrumpe!