A mi muerte
A mi muerte deplórenme así:
hubo un hombre y vean: no existe más.
Antes de tiempo murió este hombre
y su canto se interrumpió en la mitad.
¡Es triste! Un canto más tenía –
y ahora se perdió esta melodía para siempre.
¡Para siempre jamás!
¡Cuán triste! Una lira tenía,
un alma viviente y departidora
y el poeta en su palabra
todos sus secretos reveló,
su mano expresó cada matiz.
Un misterio en su seno ahogó,
Y entre sus dedos se le escurrió,
un acorde que quedó mudo.
¡Mudo hasta hoy!
¡Qué pena!
Toda su vida tembló ese acorde,
silencioso tembló, silencioso vibró
hacia su melodía, amor redentor
anhelante, sediento, pesaroso, deseado,
se afligía ante la espera.
Y si se demoraba -cada día aguardó
y con un oculto clamor la invocaba,
mas ella se demoraba y no llegó.
¡Y no llegó!
¡Cuánto dolor!
Hubo un hombre – y vean, no existe más
y su canto se interrumpió en la mitad.
Otro canto tenía
y ahora este canto se ha perdido para siempre.
¡Para siempre jamás!
(Extraída de: Comey, Arie (compilador y traductor), Poesia Hebrea
Modema, Jerusalem, La Semana Publicaciones Ltda., 1987)